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sábado, 16 de abril de 2016

MORIRÉ CON LA TOGA PUESTA Y SOBRE UN ESTRADO


Regalo de una querida amiga cuando inicié el ejercicio de la abogacía por cuenta propia


1º.- ¿El abogad@ nace o se hace?

Yo no nací con vocación de abogada. 

Hay personas que desde niños o adolescentes han tenido claro qué profesión les gustaría ejercer. Ese no fue mi caso.

A mí me encantaba la Literatura y, si hubiera elegido por mí sola la carrera que quería estudiar, hubiera hecho Filología Hispánica.

Pero lo cierto, es que en aquella época (allá por 1988) una adolescente con un expediente académico impecable sólo podía cursar la "carrera con más salidas de España", esto es, Derecho, pues así se la calificaba por aquel entonces.

Ahora bien, en honor a la verdad, también he de reconocer que, desde niña mi madre continuamente me calificaba -con tono de cierto reproche- de "abogada de pleitos pobres", pues, según ella, siempre tenía que salir en defensa que cualquiera que estuviera recibiendo una reprimenda, tuviera o no motivo para ello. ¿Abogacía en los genes?: ¿Quí lo sá?.

Hoy por hoy, nunca dejaré de agradecer a mis padres -y a mi hermano mayor, Rosendo Bugarín- el consejo que me dieron en su día, para que estudiara la carrera universitaria de Derecho.

2º.- Mis inicios en el ejercicio de la Abogacía

 Cuando terminé la carrera de Derecho, me di cuenta de que no quería preparar una oposición, pues, tras el enorme sacrificio que había hecho estudiando aquélla, me di cuenta de que ya no podía ni quería pasar otros tantos años de vida espartana. Daos cuenta que yo le dedicaba al estudio como mínimo 5 horas diarias los 7 días de la semana desde que empezaba el curso en Septiembre hasta que terminaba en Julio, sin descansos de ningún tipo y menos para celebración de cumpleaños o fiestas familiares, por lo que durante años me perdí episodios muy importantes de mi entorno más próximo.

Así, gracias a un más o menos brillante expediente académico, obtuve una beca del IGAPE y comencé a trabajar en Vigo en una conocida Asociación Empresarial, donde pasé un año y medio maravilloso: participaba en la preparación de eventos formativos; atendía pequeñas consultas jurídicas de empresarios; gestionaba el convenio de colaboración con la Universidad de Vigo para estudiantes en prácticas y todo ello en un ambiente laboral estupendo.

Pero en ese medio entré en contacto con dos grandes abogados, D. Alberto Viejo y Dª Lourdes Carballo (actual Decana de nuestro Colegio de Abogados de Vigo), que llevaban el asesoramiento jurídico externo de la entidad empresarial para la que yo trabajaba y a partir de ahí "me entró el gusanillo de ejercer la abogacía".

Quiso la casualidad que un compañero de trabajo conociese a la secretaria de un joven abogado que acababa de abrir su propio despacho y que estaba buscando un licenciad@ en derecho con un buen expediente académico. Tras una breve entrevista personal empecé a trabajar como abogada en su despacho en Marzo de 1997, ¡¡¡ sin haber pisado nunca un juzgado ¡¡¡.

A pesar de ser una buena nadadora, me lancé a la piscina sin darme cuenta de que no tenía agua

Resultado: Mis primeros años como Abogada fueron emocionalmente demoledores para mí.

En ausencia de todo ment@r que guiase mi formación en esta profesión, no me quedó más remedio que aprender a través del llamado método de "ensayo-error", que aunque es muy eficaz, pues cuando cometes un error aprendes cómo se hace correctamente una actuación y no se te olvida jamás, el sufrimiento que te genera emocionalmente es enorme, que yo sólo he conseguido superar tras 19 años de ejercicio profesional.


Pero para complicarlo todo un poco más, el despacho en que trabajaba tenía como cliente principal las COMUNIDADES DE MONTES VECINALES EN MANO COMÚN y, en aquel momento, hablar de montes vecinales era como hablar de extraterrestres. La mayoría de los jueces que llegaban como titulares a juzgados de Porriño, Redondela o Ponteareas (donde se centraron inicialmente mis primeros pleitos de montes), no habían oído hablar de los montes vecinales. Algunos ni siquiera eran gallegos, por lo que resultaba muy difícil que entendieran que el monte era imprescriptible. Mucho peor era hacerles entender que un monte vecinal no se puede vender y si se vendía no le era oponible la figura del tercero hipotecario.

Así pues, tengo que confesar, no sin cierto rubor, que al principio de mi andadura como abogada perdí prácticamente TODOS los pleitos que llevaba, consecuencia de una ausencia absoluta de formación práctica y experiencia profesional. Mi contrincante siempre era un abogad@ consolidad@ en el ejercicio de la profesión que, por supuesto, me daba mil vueltas en todos los sentidos, salvo quizás en el tiempo de dedicación personal en la preparación del pleito. 

Al año de empezar, tal era mi desesperación, que estuve a punto de tirar la toalla y abandonar para siempre esta profesión que, en aquel momento, sólo me generaba un gran sufrimiento y me exigía una dedicación total de mi tiempo. 

Por ello, desde aquí quiero resaltar la importancia de las Escuelas de Práctica Jurídica, en especial la Escuela de Vigo que, me consta, es una de las mejores de España.

3º.- Mi evolución posterior como Abogada


Pero ocurrió que empecé a ganar los pleitos. 

No se puede describir la alegría que sientes al ver reconocido tu esfuerzo con una sentencia que estima todas las pretensiones que has defendido en un pleito; con la llamada al cliente para comunicarle la sentencia estimatoria y te da mil gracias por haberlos defendido; con el ramo de flores que recibes de un cliente agradecido ...

Esa alegría yo la siento tanto cuando gano un pleito de entidad digamos "menor", como  cuando he ganado pleitos de cierto alcance mediático. Pues, para el cliente "su pleito" es el único que existe, su problema es el más importante y el abogado tiene la obligación de defenderlo igual que todos los demás que entran en su despacho.


Y en 2005 me surgió la gran oportunidad de reivindicar las porciones del monte vecinal de Teis ocupadas con instalaciones públicas del Ayuntamiento de Vigo, entre ellas, el ZOO DE LA MADROA. Tras la sentencia de primera instancia, que estimó integramente la demanda, recibí el mazazo de su revocación por la Audiencia Provincial

Una vez repuesta del disgusto, empecé a preparar el Recurso de Casación ante el Tribunal Superior de Justicia de Galicia. Y aquí tuvo lugar mi gran cambio en la forma de relacionarme con los pleitos. Después de leer mil veces la sentencia de apelación, tuve claro que la misma me iba a dar la oportunidad de que el TSJG me estimase mi primer Recurso de Casación Civil.

Y así ocurrió. La Sentencia del TSJG de 19 de mayo de 2009 (RJ 2009/4925) no sólo estimó mi Recurso de Casación, sino que creo una Doctrina que abrió las puertas de par en par para reivindicar las porciones de monte vecinal ocupadas con instalaciones públicas, antes de su clasificación por el Jurado de Montes.


A partir de aquí las estimaciones de las reivindicaciones de monte vecinal ocupados por Administraciones públicas, tanto municipales como estatales, vinieron rodadas, lo que ni siquiera me había permitido soñar cuando presenté la demanda relativa al Zoo de la Madroa.

Así, tras esta fundamental sentencia, me notificaron otras de igual importancia mediática, como las relativas a las porciones del monte vecinal de Cabral, Guizán y Torroso ocupadas por el Aeropuerto de Peinador; la relativa al monte "Chan de Amoedo" ocupado con el Parque Empresarial de Pazos de Borbén; las relativas a las porciones del monte vecinal de Salcedo, Vilaboa y Figueirido ocupadas con las instalaciones del Cuartel de La Brilat.

Y lo que es más importante, esa doctrina sentada por el TSJG en su sentencia de 19/5/2009 fue "santificada" por el Tribunal Supremo el pasado año 2015, al dictar sus dos sentencias de 26/2/2015 (JUR 2015/113925) y 3/3/2015 (JUR 2015/111596), por las que vino a desestimar los recursos de casación interpuestos por el Abogado del Estado contra las sentencias dictadas en Apelación estimatorias de las demandas relativas a las porciones de los montes vecinales de Figueirido y Vilaboa.

Os puedo asegurar que en los días posteriores a la notificación de estas dos Sentencias del TS, me sentí como si estuviera dando un paseo por las nubes.

Una de las sensaciones más gratificantes de mi vida profesional.

4º.- Mi estado profesional y emocional actual

A finales del pasado año 2015 decidí comunicar, a mi entonces Jefe, mi baja voluntaria en su despacho e iniciar el ejercicio de la Abogacía por cuenta propia, eso sí, acompañada de mi gran amigo y socio, Manuel Gago Juárez.

La verdad es que en mi anterior trabajo me sentía encorsetada, pues, en mi opinión, la abogacía sólo se puede ejercer en su verdadera concepción -esto es, con la libertad e independencia que ha de ser inherente a todo abogad@-, cuando la ejerces por tu propia cuenta.

Siempre he leído con cierta incredulidad las entrevistas de la mayoría de los actores y cantantes, en las que manifiestan tener la suerte de realizar un trabajo que les apasiona y les encanta, por lo que no lo consideran como un verdadero trabajo.

Para mí el trabajo siempre ha sido trabajo y, en concreto, el de Abogad@ me exigía un sacrificio enorme, dedicación absoluta y una gran responsabilidad.

Sin embargo, hoy por hoy, me tengo que "tragar" aquella incredulidad inicial y reconocer que también yo tengo la suerte de realizar un trabajo que me apasiona, me divierte y sin el que ya no conseguiría vivir, hasta el punto que, como dice el título de este artículo, y parafraseando a las folclóricas, me gustaría morir sobre un estrado ("escenario") y con la toga ("bata de cola") puesta.

Para llegar a este punto, también es cierto, que he tenido que poner límites a mi dedicación personal a este trabajo, como cumplir un horario diario fijo -independientemente de que forma muy excepcional me vea obligada a saltármelo-, relativizar y crear una distancia entre los problemas del cliente y yo misma, pero, sobre todo, tener vida más allá del despacho.

Si me llegan a decir hace diez años que iría al gym al menos dos veces por semana y que mi jornada de trabajo termina a las siete de la tarde, diría: "esa no puede ser yo".

Pero sí se puede cambiar, no lo dudéis nunca.

(Este artículo va por ti, David, mi compañero de vida. Por ayudarme cuando me has tenido que ayudar; por reprenderme, cuando me has tenido que reprender; por estar siempre ahí, en las duras y en las maduras; por apoyarme, sin condiciones y desde el minuto uno, en este nuevo reto profesional que hemos emprendido, (pero, sobre todo, por quererme tanto).

 Con mi marido, David Gómez Pereira


Vigo, 16 de Abril de 2016